“Castilla y León: escenario de cine” es una muestra fotográfica, organizada por la Consejería de Cultura, Turismo y Deporte, a través de la Castilla y León Film Commission que recopila imágenes de las más destacadas producciones internacionales rodadas en Castilla y León durante los años 50-70.
El pasado 4 de julio se inauguró la exposición “Castilla y León: escenario de cine” en el Museo Etnográfico de Castilla y León (Zamora) en su tercera itinerancia. Podrá visitarse hasta el 3 de noviembre. La exposición cuenta con reproducciones provenientes de la Filmoteca Española, Archivo Histórico Provincial de Ávila, Archivo Histórico Provincial de Soria, Ayuntamiento de Torrelobatón, el Fondo fotográfico Álvaro de Castro y la Agencia Alamy.
La exposición recoge algunas escenas de las muchas grabadas en localizaciones de Castilla y León, con escenarios naturales y patrimoniales reales. El reconocido director Orson Welles rodó en España seis largometrajes y cuatro de ellos inmortalizaron escenarios de Castilla y León. Segovia, Pedraza y Valladolid forman parte de las localizaciones de Mr. Arkadin (1955). En el Colegio de San Gregorio de Valladolid, tuvo lugar la escena de baile de máscaras con casi 300 figurantes, entre ellos, el escritor Miguel Delibes. En Orgullo y pasión, de Stanley Kramer (1957) y con un reparto de lujo protagonizado por Sophia Loren, Cary Grant y Frank Sinatra, se dinamita a cañonazos la muralla de Ávila en la escena final de la producción
El Cid (1961) es una película épica dirigida por Anthony Mann e interpretada por Charlton Heston y Sofía Loren, con escenas rodadas en Ampudia (Palencia) y Torrelobatón (Valladolid) que necesitaron la participación de cientos de extras. En La caída del Imperio romano (1964) de Anthony Mann, la Sierra de Guadarrama, en particular La Pedriza, la Granja de San Ildefonso y los bosques de Valsaín, presenciaron el paso de los legionarios romanos. En Doctor Zhivago (1965) de David Lean, la presa de Aldeadávila (Salamanca), se convirtió en el escenario de una construcción bolchevique, gran parte de los exteriores se rodaron en la provincia de Soria: entre los pinares del Pantano de la Cuerda del Pozo; la estación de Soria-Cañuelo acogió tres locomotoras de vapor; los parajes de Ólvega, con el imponente Moncayo de fondo, se transformaron en los montes Urales rusos, y el pueblo de Candilichera albergó el palacio de hielo de Barykino.
Campanadas a medianoche (1965) una de las películas más destacables de Orson Welles, se rodó en diversas localizaciones de Ávila, Segovia y Soria. La película El bueno, el feo, el malo (1966) de Sergio Leone, rodó algunas de las escenas más icónicas de la película en la provincia de Burgos: la misión fue recreada en el Monasterio de San Pedro de Arlanza, el campo de prisioneros se construyó cerca de Carazo y la batalla entre los norteños y los sureños tuvo lugar en el río Arlanza, cerca de Covarrubias, como si fuera el Río Grande. En el municipio de Contreras, 250 soldados españoles construyeron el cementerio de Sad Hill, un escenario que fue recuperado en 2015 y cuenta con más de 8.000 tumbas. Robin y Marian (1976) de Richard Lester, rodó alguna de sus escenas en el castillo de Villalonso (Zamora).
Castilla y León: escenario de cine
A finales de los años cuarenta llega a Europa el fenómeno de las Runaway Productions: producciones norteamericanas destinadas al público estadounidense, pero realizadas fuera de este país. Se había instalado previamente en el Reino Unido en 1948, cuando Metro Goldwyn Mayer inauguró un estudio en los alrededores de Londres, y posteriormente en Cinecittà, en Italia.
Las Runaway Productions nacieron tras el auge de medios como la televisión, que proveía un contenido de entretenimiento gratuito en la época de la posguerra. Y respondía también a la liberación de capitales norteamericanos en la distribución de películas, inmovilizados en Europa. Así, las grandes productoras norteamericanas recuperaban ese capital por medio de la inversión en películas que requerían un coste de producción elevado dentro del territorio europeo.
Para ello, apostaron primero por la espectacularidad y, más tarde, por el erotismo. Esto incluía impresionantes rodajes en exteriores, trepidantes escenas de acción, efectos especiales y, por supuesto, cientos, o incluso miles de extras, arropando a las estrellas de turno. Así surgió un nuevo género hollywoodiense: el cine épico de posguerra, que plantó cara al contenido proporcionado por la televisión. Y se descubrió el potencial de España como destino de rodajes porque ofrecía unas condiciones favorables: un clima confortable con amplias horas de luz, una mano de obra barata y dócil, paisajes variopintos con localizaciones casi vírgenes, estudios equipados y técnicos cualificados.
Posteriormente, y gracias a la publicidad gratuita de la estrella de cine Ava Gardner, enamorada de España, el gobierno español tomó conciencia del potencial de promoción turística que suponía la producción cinematográfica. en 1953 se firmaron los Pactos de Madrid entre España y Estados Unidos, y con este acuerdo se generó un nuevo clima en la relación entre los dos países que favoreció un mayor desarrollo de las producciones audiovisuales.
A partir del rodaje de Alejandro Magno en 1955, España se convirtió en un destino de numerosas producciones cinematográficas, gracias a sus inmensas posibilidades paisajísticas y climáticas. Comenzaron a llegar superproducciones que eligieron a Castilla y León como alternativa y complemento a los rodajes que se estaban realizando en Madrid. Su proximidad a la capital, su variado paisaje natural y su rico patrimonio atrajeron a directores como Orson Welles, David Lean, Stanley Kramer o Anthony Mann, poniendo a la Comunidad en el centro de las grandes productoras internacionales.